Mirando hacia arriba desde la plaza de los abanicos o desde lejos, al bajar  por la carretera que conduce al valle de Cuernavaca, la vista es atraída por una airosa forma de silla de montar, localizada en la cima de una colina solitaria. Junto a ella se ubica una cruz de brazos aguzados, cuyo afilado aspecto resalta la ondulación del cascaron de la capilla.

 

Distribuida como en un teatro griego, la congregación permanece en hileras frente al gran techo.  La sección longitudinal del cascarón, obteniendo en una sola lámina de hypar, describe un arco cuya concavidad es hacia arriba.

De manera que el espacio interno se hunde en una baja caverna o garganta en cuya parte posterior un gran ventanal se abre sobre un valle coronado por las prominencias del popocatepetl y del ixtaccihuatl.

 

La luz entra por allí, haciendo que el altar tome un fuerte perfil. La simplicidad y fuerza del concepto estructural no desmerece de su extraordinario emplazamiento.

La capilla de Lomas de Cuernavaca inicio su construcción en 1958 por dos jóvenes arquitectos Guillermo Rosell y Manuel Larrosa en colaboración con el reconocido arquitecto de origen español Félix Candela con su diseño de “borde libre” en el podemos encontrar el ejemplo de los tres tipos de corte que se pueden dar en la superficie del hypar, en este caso equilátero (parábola, hipérbola y casi rectos –degeneraciones de la otra parábola). Esta capilla se construyó con una simple hoja de hypar que se abre al frente con una luz de 30 m y una altura de 21 m, y cubre a parte de los asistentes que se acomodan bajo ella o entre los árboles cercanos.


Félix Candela ha creado estructuras tan extraordinarias como el restaurante Los Manantiales de Xochimilco y el Pabellón de Rayos Cósmicos en la Ciudad Universitaria de México, el Palacio de los Deportes y la Iglesia de la Medalla de la Virgen Milagrosa.

 

     
 
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